lunes, 24 de junio de 2013

La estación baldía, de Javier Serena


Un magnífico libro de quien ya tiene oficio y profundidad aunque aún le falte nombre...

Una historia de nuestra post-Guerra Civil de maquis y miedos en una ciudad de provincias que nos acerca a un pasado no tan lejano, del que nuestros abuelos e incluso padres han formado parte... las historias personales y emotivas de quien lo vivió y de lo que vino luego.

Los personajes están muy bien trazados, no sólo la profundidad emocional de la protagonista y sus vivencias (muy "La Regenta", debo decir) sino la personalidad de los personajes secundarios, esbozados por los que hacen y lo que dicen, con breves pinceladas pero suficientes para definir una personalidad determinada, un arquetipo...

El argumento es inteligente y transmite esa calma chicha que antecede a la tormenta como en la novela (en la buena novela) clásica del XIX. Dos escenarios, el campo y la ciudad, en los que los personajes se van moviendo a través de escenas y diálogos que combinan la acción y la emoción de la protagonista a lo largo del relato. Y, a estos dos escenarios, se añaden dos visitas a Madrid, el viaje a la gran ciudad como elemento disruptivo que rompe la cadencia del ritmo literario y anticipa la tragedia. Tragedia que primero se convierte en tragedia colectiva, la guerra, y en el segundo caso, en tragedia individual, el desengaño final.

Y es ese final lo que convierte el texto en una novela moderna, porque es un final sin esperanza, sin concesiones a un futuro mejor. Es un final amargo que condena a la protagonista a una vida sin sueños, más allá de la rutina de su vida en su ciudad... Todo ello, como víctima, además, de las personas que están en su vida. Sobre la frustración, se añade la frustración aún mayor que deja sin consuelo posible... queda la nada, un nihilismo profundo que, ahora aflora pero que ha estado presente en las soledades interiores de la protagonista en todo el texto.


Atardecer en junio en Madrid, los días más largos del año, una foto con fuerza y que transmite quietud... No lo dudes, de Tony Zenet, una buenisima recomendación de Lourdes.

Falso de arroz con sepia y gambas,

No es arroz aunque lo parece, es pasta en forma de pequeños granos de arroz o tipo piñones... eso le da una mezcla de sabores y una textura diferentes al típico arroz seco con pescado.


Basada en una receta que aprendí de Andrés Madrigal en Kitchen Club, he hecho un mix entre arroz y pasta.

Ingredientes:

  • un paquete de pasta de piñones;
  • un puñado de chirlas;
  • 200 gr de gambas arroceras:
  • dos sepias;
  • 1 cebolla picada;
  • 1 chorrito de vino blanco;
  • 1 vaso de caldo de pescado;
  • especias al gusto (pimienta, tomillo, azafrán)
  • sal y aceite



Se pone la cebolla picada en la cazuela con un poco de aceite a fuego bajo, cuando está doradita de añade la sepia y se pasa a fuego medio; se remueve y se añade un poco de caldo (y el chorrito de vino blanco) para que la sepia coja un punto. Cuando se ha consumido el líquido, se añade la pasta de piñones y el azafrán. Se da una vueltas a todos estos ingredientes en la cazuela y cuando están bien ligados, se añade el resto del caldo y otras especias.

Se deja cocer 10 minutos y se añaden las gambas (y el caldo de cocer las chirlas colado, si hace falta)
Se deja cocer otros cinco minutos, se incorporan las chirlas (ya cocidas aparte) y se apaga el fuego.

Un arroz o un falso arroz es un plato para cocinar y servir, humeante, con el punto de dureza del grano o la pasta al gusto de quien lo cocina y con los olores saliendo de la cazuela...

Un plato de cambio de solsticio, con la superluna de junio y unas fotos maravillosas que podéis ver aquí. Un arroz que ya anticipa un verano tardío y fresco...Y una canción de esas de piano, que a todos nos mueven, Billy Joel, Just the way you are